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Confieso que me sentía tentado de acompañar esta entrada de «Motorcycle Cop» con uno de esos relatos chuscos míos, esta vez en clave de una de esas terroríficas novelas pulp de maravillosas portadas que tan bien casan con el subgénero del synthwave. A fin de cuentas, este tipo de música no hace sino apropiarse del particular acompañamiento sonoro de películas de bajo presupuesto, y reivindicar su capacidad de hacer, de la escasez, virtud, sustituyendo la épica de las grandes orquestaciones por su versión electrónica, indudablemente más económica. La cuestión es que tengo muy reciente el visionado de «The Rise Of The Synths«, el ambicioso documental dirigido por el español Iván Castell en 2019 en el que se trata de ¿por primera vez? presentar una escena internacional muy subterránea (a fin de cuentas, lo de los sellos discográficos o las ediciones físicas aquí no pasa de ser una anomalía) que, aún bajo distintos alias -que si synthwave, que si outrun, que si lo mío es horror synth, afinando un poco más…- ha empezado a reconocerse como una entidad de carácter propio.

El caso es que el documental es chulo, pero como aficionadillo -que no experto- al género, no puedo evitar maravillarme con las luces y reprocharle algunas sombras. Entre lo mejor, el esfuerzo de su director por interrogar a los propios protagonistas de la joven escena -entiéndase más bien esta como una coincidencia de intereses particulares que como un fenómeno colectivo- y de ligar el propio discurso formal de la película con la cuestión de que trata, amén de marcarse la chulada de tener a ¡John Carpenter! como narrador principal, ahí es nada. Entre lo más flojo, evidentemente, la ausencia -que sólo lamentarán los más aficionados, por supuesto- de algunos de los nombres propios más relevantes (¡¿qué pasó con Kavinsky o Mitch Murder?!), una escenas de animación mejor intencionadas que resueltas, y una cierta reiteración en los clichés más evidentes (los ochenta, síiii, está claro; los videojuegos, las películas de acción….) que tal vez podría haber sido acotada para dar cabida a la cuestión de los subgéneros (la diferencia entre esto y esto, por ejemplo), o el gran problema que se plantea al estilo -por definición, casi imposible de evolucionar- cuando cada vez son más almas que tratan de encontrar la pepita de oro en este limitadísimo pozo de nostalgia.

Pero espera, qué demonios..

¡Por lo que más quieras, corre, K, CORRE…! Corre tanto como puedas sin ni siquiera volver la cabeza, no te detengas hasta que estés tan lejos que no puedas escuchar los gritos, corre hasta desfallecer si es necesario porque en ello te juegas la vida…

Para mi ya es tarde: no entendía a qué nos enfrentábamos, no lo comprendí hasta ahora, cuando voy a pagarlo con un tormento que va más allá de lo concebible. Y tengo tanto miedo, estoy tan aterrorizado, que sólo espero morir tan pronto como ese sádico monstruoso ponga sus manos sobre mi, para no sentir todo lo que me aguarda, y que ahora me impide respirar ¡No quiero siquiera abrir los ojos, sólo quiero que se acabe ya, K, quiero que todo esto acabe! El corazón me late tan deprisa que se me va a salir del pecho, tengo las piernas tan entumecidas y rígidas que apenas las distingo ya del suelo de hormigón en el que estoy tendido, creo que me he meado encima… Dios, ¿Cuánto tiempo llevo aquí? apenas consigo pensar con claridad, pero el miedo es como una luz que relampaguea en mi cabeza, como si a pesar de tener los ojos cerrados pudiera ver a través de los párpados las manchas de sangre en la pared, los ganchos, el espanto que me rodea… ¿Quién puede salvarme ahora? ¡Soy hombre muerto, K, no sabes lo terrible saber que todo ha terminado pero que aún ha de terminar en un último acto de horror!

Sólo espero que tú tengas más suerte, es lo único que ahora me importa. Huye tan lejos como puedas y cuenta a todo el mundo lo que pasó aquí. Que vengan muchos y vengan armados, que lo destrocen y se aseguren de que está muerto, que termine para siempre esta pesadilla para que esta bestia inhumana no pueda hacer daño a nadie nunca más.

¡Ya está aquí! ¡DIOSMIODIOSMIO, PUEDO OIRLE BAJAR! Que el cielo se apiade de mi, que

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