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El álbum más accesible hasta la fecha de Sam Beam puede presumir además de tener una de esas portadas tan chulas que hacen que los discos aún nos parezcan mejores de lo que ya son. No estoy diciendo (ni mucho menos) que «Ghost On Ghost» sea un disco del montón, pero sí que acostumbrado a que las carátulas que ilustran su discografía (abundantes en bucólicas evocaciones a la naturaleza y autorretratos en soledad) trajeran a mí el sonido acústico de esas canciones erosionadas por la tristeza, esta imagen de amantes entrelazados dentro de un marco dorado me generó, por contra, expectativas de romanticismo exacerbado y revolcones soul para los que siempre estoy predispuesto. No, no es exactamente «Let’s Get In On«, pero algo sí que ha cambiado: como si el barbudo por antonomasia del panorama musical actual (¿quién puede superar esas barbas? ¿ZZTop?) se hubiera aburrido del traje de guardabosques solitario y hubiera sacado uno, cubierto de lentejuelas, del cajón donde guardaba las camisas de franela a cuadros.

En «Ghost on Ghost» encontramos una  hábil combinación de soul,  pop, americana y hasta jazz (ahí están para corroborarlo «Joy» o «Lover’s Revolution«), con espléndidos resultados; y puede que en esa expansión sonora también tenga mucho que ver la mayor profusión instrumental, y el más numeroso equipo humano con que ha contado Beam para la grabación del disco: si los anteriores álbumes fueron grabados prácticamente en la soledad de la granja texana donde vive con su mujer y sus cinco hijos, a lo largo de tres trimestres, para este último álbum se ha encerrado durante dos semanas un estudio de Brooklyn. No, definitivamente, este no es otro de esos álbumes bajo el epígrafe cantautor folk + guitarra en la que situábamos a Iron & Wine: los arreglos deluxe resbalan como resina sobre la corteza, y todo lo que pierde en rugosidad  la música de Beam, lo gana en brillo. De hecho, pocas veces se nos habrá mostrado el estadounidense en una faceta tan abiertamente pop como en «Grace For Saints And Ramblers«, para la que tal vez la referencia más clara serían -para mí ha sido toda una sorpresa- Belle & Sebastian.

Así que es distinto, aunque en el fondo no sea tan distinto: ahí siguen las referencias al paisaje, los recuerdos infantiles, la intimidad confesional (amorosa, y también espiritual) habituales en su autor, sólo que ahora el envoltorio es mucho más espectacular. Desde los vientos y los «uuuuuh» con los que arranca «Caught In The Briars«,  pasando por el sabor a soul añejo de «New Mexico’s No Breeze«, hasta el country crepuscular  (ese steel pedal no engaña, por mucho que el brillante falsete del estribillo nos lleve  al huerto) de «Baby Center Stage«, todo es aprovechable.

«The Desert Babbler» ocupa la segunda posición del tracklist, y reconozco que tengo debilidad por ella. Para no tenerla: la cosa va de soul untuoso con unos coros a lo Super Furry Animals en la versión menos psicodélica y más elegante de la banda de Gruffs Rhys (concretamente,  la de «Juxtapozed With U«), embriagador acompañamiento de vientos y cuerdas, y una luz deslumbrante proveniente de la cálida garganta de Beam. Aquí ya no queda ni rastro de folk, pero lo mismo da: me obliga a repetir, una y otra vez, y me previene contra los agoreros que afirman que cualquier tiempo pasado mejor. Porque lo último de Iron & Wine es bastante clásico, sí, pero escuchándolo queda claro que lo mejor está por venir.

«It’s New Year’s Eve
And California’s gonna kill you soon
The Barstow boys
Bug eyes in the shadow of the moon

Black houses in the hills and roadside haunts
Dying for a place to fall apart
Who knew what you could learn to live without
Mother Mary’s lying in your mouth, now

Back home the kitchen’s warm with Christmas wine
And every girl has got an axe to grind
You live to look for hell, man
But you’re far from the hard light tonight»

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