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Tengo ganas de fiesta, de que acabe el invierno, de volver a nadar en el mar, y si todo sale como tengo previsto, en tan sólo dos días habré dejado atrás nubes, burócratas y la odiosa manga larga, y estaré entregado a la deliciosa actividad de recibir sobre mi piel los rayos del sol.

Oh, sí, odiadme por ello si queréis, pero eso no cambiará las cosas: probad a vivir en una ciudad en la que SIEMPRE es otoño (hasta que llega realmente el otoño, y entonces es invierno); probad a trabajar haciendo un informe gris tras otro, con la convicción de estar trabajando «para los malos», o  -esto quizás sea lo más difícil- probad a vivir durante siete días con dos niños pequeños, sitiados por los aseos portátiles y las evidentes y generales consecuencias de una elevada ingesta alcohólica: en su momento tuvo gracia, pero la verdad, ahora no lo cambio por el paraíso que hemos encontrado en la otra punta de la península.

De Family, poco que contar, en realidad: la mayoría de vosotros ya conoce bien los detalles del mito, y sabe que los anteriormente conocidos como El Joven Lagarto grabaron el que con el tiempo parece haberse convertido en la Obra Capital del indie español. Y ya está aquí el aguafiestas: el disco es una chulada, sí, pero no puedo dejar de percibir un exceso de entusiasmo al respecto (que aún perdura), y que creo que tiene que ver más con el contexto (la ausencia en aquel 1993 de un grupo que practicara el tecno-pop en castellano con tanto oficio) que con las cualidades reales de las canciones firmadas por Javier Aramburu (voz, guitarra y programaciones) e Iñaki Gametxogoikoetxea (bajo y programaciones).

Vamos a ver si consigo explicarme, antes de que me caiga un previsible -y mediamente comprensible- rapapolvo por parte de la parroquia independiente: canciones como las de este disco es evidente que no se publican todos los días, pero el tiempo (y el progresivo descubrimiento de muchas bandas que muy posiblemente influyeron en la fórmula de «Un Soplo En El Corazón«) ha ido poniendo las cosas en su sitio. «Martín Se Ha ido Para Siempre» o «Como Un Aviador» suenan de vicio, pero deben tanto a New Order que cabría preguntarse si no hubieran sido incluso mejores si directamente las hubiera cantado Bernard Sumner.  Para «Nadadora«, «Carlos Baila» o «Viaje A Los Sueños Polares» no tengo peros; «El Mapa» me parecía magistral hasta que llegaron Los Planetas y firmaron una versión tan increíble que, con los años, he acabado prefiriendo al original; y «Dame Estrellas O Limones» contiene unos de los versos («Porque tú eres la estrella de mi corazón / Surcando el cielo de nuestro amor / Me gusta mirar tu cara graciosa cuando bebes limón«) que más me irritan de la histora de nuestro pop.

En realidad, resulta hasta cierto punto difícil hablar de estas canciones como unidades: había en ese disco una sabia coherencia, que convertía en virtud un sonido en principio algo monocromo (el azul de la portada de Aramburu, supongo) y sacaba oro de la evidente influencia de los ya citados New Order, pero también de Pet Shop Boys (vía Carlos Berlanga) o los grupos del venerado sello Sarah Records, y los hacía suyos bajo el prisma de aquello que se vino a llamar el Donosti Sound, una reivindicación serena pero no exenta de romanticismo del amor y otros candores de la adolescencia.

¿Bueno, entonces? Buenísimo, sí, pero quizá me guardo aquello tan trillado de «mejor disco del indie nacional» para debilidades muy personales como el «Animalitos» de Hidrogenesse: es sólo una opinión, diminuta e insignificante en la inmensidad del océano de devotos del reverenciado único disco de Family, así que nadie se me soliviante más de lo estrictamente necesario. Marcó a una generación, esto es indudable, y nos dejó para la posteridad versos tan legendarios como ese «Píntalo todo de plata» que mi muy buen amigo P.E. administra tan bien por SMS, y la sensación de pertenencia a un mundo secreto pero hermoso (el de los devoradores de novelas de Salinger, el de los enamoradizos sin remedio, el de los que se emocionaban con la melancolía que inundaba «Los 400 Golpes» de Truffaut, y perdonaban al joven incestuoso de la película de Malle…)

«El Bello Verano» no es sólo mi favorita del disco, es que roza la perfección. Escucharla es como montar en bicicleta una mañana de agosto y no poder evitar una sonrisa de felicidad al sentir en la cara la luz estival, la brisa marina, el amor de verano bullendo desde el pecho. La identifico irremediablemente con la sensación que describen los primeros versos de «El Buen Vigía«, dispuesta poco después en ese legendario álbum:

«A veces empapados de verano,
los chicos viajan en motocicleta.
Entonces a las chicas sonrientes
les estalla el corazón»

Bueno, pues eso. Que este que escribe estos ladrillos se va a tomar unos días de descanso (también del blog), y no piensa acercarse a nada que tenga pantalla. Gracias por aguantarme, nos vemos en unos días, y que tengáis todos el más bello verano.

3 pensamientos en “El Bello Verano – Family

  1. Gracias por transportarme a mis 13 años donde mis primas me descubrieron reliquias como esta… Te echaremos de menos por las «pantallas» tus post son aire fresco… Disfruta de los rayos del sol sobre tu piel cuidado no te derritas… 😉

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