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Hay un hombre en Suecia que lo hace todo, hay un hombre que lo hace todo en Suecia. Se llama Johan Angergård, y además de liderar en paralelo los proyectos de Club 8, The Legends, Acid House Kings y Pallers, aún le da la vida para dirigir el fantabuloso sello Labrador: me repito, y soy plenamente consciente  de ello, sólo que si en el anterior post en el que le mencionaba nos referíamos a él como el responsable de la discográfica, en esta ocasión vamos a detenernos en su faceta de músico, al frente del proyecto The Legends.

La ocasión es inmejorable: Angergård y los suyos (lo de «los suyos» es una forma de hablar: la web oficial habla de un grupo compuesto por nueve miembros, pero lo cierto es que en las fotos promocionales sólo le vemos a él) acaban de publicar, como quien dice, su quinta referencia en formato largo. Se titula «It’s Love«, y curiosamente sale con la etiqueta de Cascine en lugar de hacerlo con el sello de casa: tampoco es mal sitio para venir al mundo.

Lo del título no es una cuestión baladí: a The Legends les habíamos visto antes en su versión más tecnopop, y al igual que lo que ocurre con sus compatriotas The Radio Dept, tampoco le habían hecho ascos al shoegaze. Sin embargo, en este último disco descubren una faceta quizá menos explorada, la de los firmantes de exquisitas y cremosas baladas de amor, ideales para (sólo es una sugerencia, también os lo podéis poner solos en casa con los auriculares, pero sin duda alguna será mucho menos interesante) acompañar los momentos más íntimos de una pareja. El tempo se reduce así muy por debajo de lo acostumbrado, y los instrumentos acompañan con tacto de seda a la voz de Angergård que ¡sorpresa! ha sido maravillosamente filtrada con el Auto-Tune. Porque sí, el inventito no se ha ganado precisamente una buena fama, pero he aquí que, convenientemente usado, puede dar lugar a cosas tan maravillosas como esta que protagoniza la entrada de hoy. Escuchar las evoluciones de esa voz lubricante es algo semejante al éxtasis de contemplar una de esas maquinitas de helado soft, vertiendo con suavidad circular su carga de chocolate sobre un cucurucho de barquillo.

Son siete canciones (lo bueno, si breve…), influidas por la ruptura sentimental de su autor con la que es la madre de su hija, pero también por el inicio de una nueva relación: de ahí que Johan no vacile en afirmar que se trata de un disco lleno de esperanza y con el que sobre todo pretende celebrar el amor. «Keep Him» fue el tema escogido para la presentación del disco, y por lo que se ve en los contadores de reproducciones, también es el favorito del público; yo igual me quedo con el segundo sencillo, de título «Something Left To Die For«, un medio tiempo de engañosa suavidad que se acerca bastante a la canción de amor que -todavía no les sale del todo- Röyksopp llevan una temporada intentando hacer: para bailar con los ojos cerrados, y el tacto cálido de un cuerpo amado entre los brazos.

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