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Uno ya se ha acostumbrado a escuchar eso de «eres un friki» a su familia y a amistades, y ha aprendido -en realidad, ha hecho falta muy poco esfuerzo- a paladear esas palabras como una forma de reconocimiento, una especie de condecoración (vamos, hombre: si ni siquiera eran una crítica) de la Real Orden Contra La Homogeneidad que lucir orgulloso en la pechera. Uno cree, en fin, que ama la música como la música se merece, hasta que se tropieza con un auténtico kamikaze como Juanra Prado.

Es una forma de hablar, claro: no tengo el gusto de conocerle, y además deseo toda la suerte del mundo a esa pequeña aventura llamada Moonpalace Records en la que el propio Prado hace de director, agente, director artístico, rotulista y hasta repartidor. Le sigo además con interés en las redes sociales, por si se le escapa entre tweet y tweet alguna novedad acerca de House Of Wolves (justamente, fue a propósito de «Ageless» de Rey Villalobos que mencioné por primera vez al donostiarra), o para estar al tanto de los últimos avances en su intento de dar a conocer la música de los suecos Old Amica. (Hay más cosas interesantes, claro, pero quizás sean estos dos grupos que he mencionado los que más me han entusiasmado de un catálogo que, si de algo puede presumir, es de selecto). Y finalmente, caramba, es el tipo que me descubrió a Barzin.

Pero como este es un blog de canciones, vamos a dejar a Juanra Prado con sus sellos de caucho impregnados en tinta, sus enternecedores montoncitos de Letraset, sus cartulinas y el olor del pegamento adherido a los dedos, y vamos a dar la bienvenida a estas páginas a Johan y Linus, dos amigos separados por  650 km, que son los que existen entre las ciudades de Estocolmo y Umeå. Como cualquier sueco que se precie de serlo, además de tener apellidos impronunciables tienen la suerte de contar con una formación musical excelsa, pero en su caso no se trata sólo de una cierta habilidad para defenderse con un instrumento: los Old Amica cuentan con una discografía tan breve -de momento- como brillante, en la que relucen con el fulgor de una supernova las hermosas canciones de sus dos últimos largos. El último de ellos es de este mismo año, se llama «Fabula«, y es más que probable que me obligue a escribir sobre él antes de que el final del año nos obligue a mirar atrás, buscando con ojos emocionados las cimas más hermosas que hemos hollado durante el período.  Y el otro disco que quiero destacar -sobre el que va a orbitar esta entrada- se llama «The Burning Dot«, y también lo publicó en 2013 nuestro amigo J. Prado, reuniendo lo que eran en realidad dos EP’s previos, «The Burning Dot» y «The Burning Dot Part 2″. No se trata sólo de una coindicencia en el título: pocos discos más coherentes se publicaron el año pasado, y es que tanto los temas del primer como del segundo EP comparten cualidades: melancólicos, nublados, delicados, exquisitos.

Lo abre la pista titular, un tema que aporta las primeras intuiciones sobre una música que en todo momento se moverá por las mismas coordenadas sonoras, en ese lugar reposado que debería existir entre The Montgolfier Brothers y  The Radio Department. (Escuchad «The Dream Begins» y veréis cómo sí que es posible). «A New Star«, más cerca de los segundos que de los primeros, se revela como uno de los hits del disco, si es que ese término tiene sentido en un disco que precisamente atrapa por su atmósfera ensimismada, pero la cosa no se detiene ahí: casi podría decirse que los suecos han optado por concentrar los temas más evidentes para la primera parte, mientras que en la segunda gana peso una clase de belleza más difuminada, siendo probablemente  «Dunes» el tema que mejor la representa. Y en todos ellos, la deliciosa sensación de amplitud, el mismo temblor, la contemplación mayúscula de las auroras boreales.

Para la entrada de hoy, y pese a lo que suelo resistirme a hacerlo, he decidido decantarme por el tema más accesible del disco, el más «normal» cuando normal no implica ni vulgaridad ni imitación. Ciertamente,  «Inflammable Night» discurre por senderos no demasiado inusuales, pero tiene un estribillo capaz de fundir las paredes de un glaciar: a ver quién se resiste a ese mantra de belleza fleetfoxesiana (¿se me admite el término?), que deberia provocar una avalancha en las escuchas del bandcamp del grupo, cuando no en la tienda on-line  (sospecho que, cosas del siglo XXI, en la práctica se parecerá bastante a un dormitorio) de su exquisito avalista.  Y ya sabéis lo de que sólo se publican 100 ejemplares numerados de cada lanzamiento, ¿no?.

En fin, acabo con la definición que Johan y Linus dan de su música, aunque nada resultará tan convicente como la escucha que esto se merece: «The Burning Dot’ es una historia que gira en torno al amor perdido y el resultado inevitable de una vida con los ojos cerrados. Un viaje post-apocalíptico en el espacio profundo, lejos de nosotros mismos, inspirado por los sonidos de Tangerine Dream, la voz de Carl Sagan y la tormenta que se avecinaba«. Como para no acabar picando…

3 pensamientos en “Inflammable Night – Old Amica

  1. Maravillosa. Me la llevaré a la mochila en mi pröximo viaje a tierras del norte, que ya serà invierno y a esto le pega el cian.

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