Hay un millón de formas de escuchar «Supernature«, el hit del productor francés Marc Cerrone que se apoderó de las discotecas en 1978, pero me siento tentado de afirmar que desde 2018, cuarenta años después de su publicación, todas ellas se reducen únicamente a dos: escuchar la pista después de haber visto la espectacular secuencia de baile que abre «Climax», la película de Gaspar Noé, o escucharla sin haberla visto. Así de sencillo.
Hasta tal punto me impresionó ese prodigio de música, coreografía y montaje que en mi cabeza ya resulta imposible desligar el frenesí sugerido por la orquestación casi sinfónica de los sintetizadores y los implacables secuenciadores, de los extáticos bailes de esos jóvenes que se han reunido en un colegio semiabandonado en medio de ninguna parte para ensayar una complejísima coreografía. La película no es para todo el mundo, es verdad: el cine de Noé empuja al espectador al límite de su resistencia en un ejercicio de extrema visceralidad, pero ni siquiera hace falta llegar al final de la película (las del franco-argentino no se ven, se padecen) para rendirse ante la absoluta maestría desplegada por el director para presentar, de una forma física, los cuerpos de unos personajes que hasta ese momento sólo hemos conocido en un plano anímico. Qué barbaridad, qué burrada esos cinco, casi seis minutos de absoluta perfección, posiblemente una de las escenas de baile de la historia del cine que más veces habré visto y que sin embargo resulta inagotable.
Y si os parece que exagero, hagamos el experimento
Aquí, los diez minutos de glorioso disco que hicieron a Cerrone famosérrimo en el mundo entero: esta es la que se recogía originalmente en el álbum, y qué demonios, qué hay de malo en dejarse llevar por el groove. Y además, a Moroder («I Feel Love«) ya se lo permitimos…