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-Bipbip,  Saal

-Bipbip, Aeero. Estás derrapando ¿lo sabes?

-Jajaja, vamos hombre… ¿dónde está tu sentido del humor?

Saal intentó improvisar algo parecido a una sonrisa, consciente de que cualquier cosa que dijera le haría sentir aún más incómodo, pero solo consiguió esbozar una mueca de disgusto. En aquel momento hubiera deseado disponer de la reconocida capacidad de su interlocutor para disparar una agudísima respuesta, capaz de clavarse con la precisión de un dardo en los puntos más débiles del corpachón de su colega, inflingiéndole el mayor dolor posible y obligándole a postrarse de rodillas mientras trataba de recuperar la respiración. Pero Saal no era así, y ambos lo sabían, así que cuando un brillo divertido relampagueó en los ojos de Aeero, no pudo menos que desviar la mirada, como si algo en un punto distante sobre los hombros de su compañero hubiera atraído su atención, e iniciar un movimiento que mostraba su predisposición de dar la conversación por terminada. El sonido de los publis acudió en su rescate, pero el atronador anuncio no impidió que la voz de Aeero volviera a reclamar su atención

-No hagas un drama, Saal… Venga, hombre, todo el mundo lo sabía ya. Me parece que estás exagerando un poco

-Perdona, es que ahora tengo prisa… de verdad que no puedo, yo… -Saal no hizo un gran esfuerzo por terminar la frase, en realidad. Su propio cuerpo había pivotado y ya se empezaba a alejarse de los ojos de Aaero clavados en la nuca, atravesando el enorme vestíbulo a grandes zancadas, reubicando sobre el hombro el peso de la cartera que colgaba a su costado como la forma más elaborada de contestación de la que en ese momento era capaz.

-¡Estás exagerando!

Ni siquiera se volvió para lanzarle una mirada furiosa. Las palabras de Aeero se deshicieron casi en el momento de nacer en el barullo que rebotaba en las inmaculadas paredes del recinto, pero un leve rubor en las mejillas de Saal evidenciaba que el objetivo había sido alcanzado. Apretó el paso, maldiciendo su mala suerte (de todos los millones de personas que aquella mañana atravesaban como un río infinito la estación del Loop, tenía que cruzarse precisamente con el nofo de Aero) y cuando travesó el túnel de acceso a la plataforma apenas posó la vista sobre los rostros de los advis que ya se giraban hacia él.  BUENOS DÍAS, SAAL ¿CÓMO ESTÁS HOY? BUENOS DÍAS SAAL, CONVIÉRTE EN UN POPU. ¿SABÍAS QUE POR TAN SÓLO 300 LIKE… El sonido brillante de aquellas voces era especialmente irritante aquella mañana, pero un vistazo rápido a su muñeca le reveló que aún tendría que esperar unos minutos hasta que el silbido blanco del Loop inundara el andén, que ya empezaba a llenarse de gente. Buscó esperanzado un advi libre, siempre era mejor que estar mirando al techo o cruzando la vista con otras miradas aplastadas por el aburrimiento. Sólo quedaba uno, no demasiado lejos de su posición; saltó como un resorte y se plantó en tres zancadas delante de la brillante pantalla rectangular, adelantándose en la operación a una gorda embutida en un espantoso mono blanco que sólo pudo frenar en seco su avance y rendirse con un gesto de fastidio ante la agilidad felina de su rival.

– BUENOS DÍAS, SAAL, ¿QUÉ QUI

– She-la, 28 -Saal interrumpió la impersonal voz de un atractivo y sonriente advi de aspecto indio, y al instante, con un leve parpadeo, la piel cobriza del joven se desvaneció en el rostro ovalado y perfecto de She-la, enmarcada como de costumbre en el brillante blanco del fondo.

– BUENOS DÍAS, SAAL ¿QUÉ QUIERES HACER HOY?

No lo sabía bien, en realidad. Lo urgente de la maniobra de conquista de aquel último advi disponible apenas le había dejado tiempo para pensar con qué podía entretenerse hasta que llegara el Loop, así que necesitó unos segundos para calcular en su cabeza las posibilidades de que Perro estuviera ya despierto, y poder desahogarse un poco contándole lo del inoportuno encuentro con Aeero. Pero no, era demasiado pronto, visualizó en su cabeza la imagen de Perro, todavía envuelto en mantas en su cama del suelo, y su agitación cuando recibiera un videocall a una hora tan temprana. Se dejó llevar por la costumbre

– Jugar. PopuMania.

La pulsera emitió un leve zumbido cuando los dos Likes se evaporaron de la cuenta de popularidad, y la partida dio comienzo. Con las pupilas clavadas en la pantalla, los labios de Saal apenas se separaban para transmitir en un murmullo las indicaciones precisas al cursor, que se deslizaba a toda velocidad sobre los bloques. Se le daba bien, y sin embargo cometió un error estúpido y en apenas un instante la pantalla se llenó de agujeros, demasiado pronto.

-… joder.

Alguien tosió a su espalda, y el golpe cálido del aliento en su nuca le reveló la escasa distancia que les separaba, incomodándole terriblemente, pero si apartaba los ojos de la pantalla una sola fracción de segundo la telaraña de agujeros acabaría por invadirlo todo. Se arrepintió al momento de haber empezado aquella partida estúpida que le había costado dos Likes, y de forma inesperada el inconfundible silbido del Loop levantó a la gente de los escasos asientos y arremolinó sus pasos en torno a las franjas rojas de acceso. Ni siquiera se había dado cuenta de lo poco que faltaba para que llegara, joder. El día no podía haber empezado peor para Sexy Saal.

 

 

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