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Me apetecía mucho, hace tiempo, encontrar un ratillo para escribir sobre una de las bandas que más me gustan ahora mismo. Y remarco lo de ahora mismo, porque aunque no veo a los de Versalles capaces de hacer algo mediocre después de un disco tan perfecto como «Wolfang Amadeus Phoenix«, lo cierto es que la trayectoria del grupo ha sido de lo más variopinta. Su conversión en grupo de guitarras a partir del brillante «It’s Never Been Like That» fue aplaudida de forma unámine por la crítica, viniendo de un grupo que caía (cae) bastante mal, con esa pinta de pijillos franceses que hasta aquel momento estaban haciendo un pop bastante solvente, pero totalmente prescindible.  La boda de Thomas Mars con la (p)hijísima Sofia Coppola tampoco es que haya contribuído mucho a mejorar la imagen de la banda, y hoy en día el público los recibe como esos pijillos franceses que hacen un pop, eso sí,  completamente imprescindible. Cosas como «Lisztomania» (NO hay palabras para explicar lo mucho que me gusta esta canción, no las hay) «1901» o «Rome» tienen la culpa, y que me aspen si no espero que, al menos, una miserable canción de ese disco que nos traerá 2013 esté a la altura de las anteriormente mencionadas. PERO:

Yo no he venido aquí a hablar del jugoso futuro de Phoenix. Yo he venido aquí a reivindicar la prehistoria del grupo, antes incluso del «United» con el que debutaron en el 2000. El caso es que, cosas de la vida, en 1998 andaba yo  tan enganchado al «Moon Safari» de los también versalleses (¿versallescos?) Air, que andaba arrastrándome cual drogata por las tiendas de discos en busca de un poco de metadona sonora con la que alargar el cuelgue. El caso es que acabó en mis manos una compilación del sello francés Source, llamado justamente «Source Rocks«, editado en ese mismo año, y que no dejaba de ser un recopilatorio apañadete donde cabían gente como Sebastian Tellier (quién te ha visto y quién te ve), o el que se convertiría en el fundador del sello Tricatel, Bertrand Burgalat. Y, oh, sí, unos tales Phoenix.

Amigos personales de Godin y Dunckel, el sonido del grupo en esa época resulta hoy totalmente irreconocible: ni rastro de esas guitarras trepidantes, o el fraseo nervioso de Thomas Marr. La banda hizo lo que mejor podia hacer en ese momento, que era arrimarse a la electrónica amable y pegadiza de Air, quizá subiendo un poco los BPM por aquello de que el French Touch estaba en pleno apogeo. El single se publicaría primero bajo el sello Ghettoblaster como «Heat Wave«, aunque la que aún puede encontrarse por ahí de segunda mano es la versión del maxi que sacó Source, en la que la pista se denomina «Heatwave«, escrito así, sin espacio: la imagen que encabeza este post pertenece a su portada.

Así que fans de la música disco, y fans de Phoenix: estáis de enhorabuena, que esto gustará a todos. A mí me volvía loco en aquel 1998, y hoy en día me sigue gustando una barbaridad, aunque quizá el único «pero» que puedo ponerle es lo mayor que me hace sentir: nadie nos avisó de lo mucho que íbamos a cambiar (también Phoenix) en estos quince años.

Un pensamiento en “Heat Wave – Phoenix

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